EL ESTRÉS, ¿UN ALIADO O RIVAL?
El miedo forma parte de nuestra más profunda y primitiva naturaleza animal, y las reacciones bioquímicas que provoca propician la tensión necesaria para huir o luchar cuando peligra nuestra vida. Por tanto, el estrés se convierte en la respuesta tanto fisiológica y psicológica ante los diversos sucesos vitales es decir, “cambios» que vivimos en el día a día (cambio de domicilio, de trabajo, carga laboral, cambio en la estructura familia: llegada del primer hijo, del segundo, etc. la pandemia), y que pueden ser vistos como desafíos o retos, si es así, se convertirá en un aliado que permitirá a nuestro cuerpo inicialmente adaptarse ante la exigencia, aumentando nuestro rendimiento (es así que cumpliremos ese informe pendiente, trabajo o asunto urgente); sin embargo, ¿qué pasa si esto se hace frecuente y repetitivo?, ¿Si aparece sin que exista ningún peligro real, sino imaginario?, o ¿Cuándo percibo ese peligro real o imaginario, como una amenaza que supera mis recursos para responder ante ello?, pues hablamos del estrés crónico que interfiere en nuestra salud física y mental.
Las señales las reconocemos todos, son las del estrés: el corazón se acelera, la musculatura se tensa, la respiración se agita; y, si el estrés continúa, aparecen los síntomas de ansiedad, angustia, insomnio, falta de apetito, dificultad para pensar, depresión, irritabilidad, entre otros; y que contribuye a problemas graves de salud como enfermedades crónicas: diabetes, hipertensión, insuficiencia renal crónica, enfermedades cardiacas, así mismo, suprime la respuesta inmune, tan necesaria para cuidarnos sobre todo en estos tiempos donde el sistema inmunológico es un actor principal para combatir la pandemia que vivimos; pero, ¿se puede controlar el estrés en el mundo de hoy en día?
¡La respuesta es sí! El estrés crónico es un rival al que podemos vencer, pero nunca destruir, pues contiene una gran fuerza que podemos utilizar.
“… hay que tratarlo de la misma forma que a un caballo salvaje para que, una vez domado, nos podamos montar en él y servirnos de su fortaleza (Yanes, Jesús. 2012)
Para ello, es importante: a) Aceptar que sentimos miedo; b) Identificar qué estamos pensando, es decir interpretando de lo que vivimos día a día, será que… ¿me anticipo rápidamente y de forma pesimista?, ¿catastrófizo lo que acontece? ¿me enfoco solo en lo negativo del día?; y, finalmente c) Reconocer que es necesario incorporar estrategias para disminuir el estrés crónico antes que afecte nuestra salud.